La idea es no ceder, y espero no ceder nunca, pero a veces el desgaste que produce la sociedad...
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Una vez la quise, pero hace ya tantos años que prácticamente
no lo recuerdo. Era un crío estúpido, y ahora ya soy un adolescente estúpido.
El manto de nubes es tan espeso que apenas pasa luz, se proyecta un negro
claro, una luz oscuro. Mis ojos la recorren desde allí en el barranco. Entre
los tímidos matojos de secano y la arena rojiza, saboreo el último cypher que
me queda, sentado serenamente sobre el capó del Ford Mustang azabache que me
trajo. El viento me abraza pero sin apretarme, mece cariñosamente. El
obstaculizamiento de las nubes obliga al coche a abrir los ojos y escupir dos
haces de luz amarilla. Llevo toda la noche pensándomelo. Ella está allí, ajena
a mi existencia, ajena a todo cuanto se haya a su alrededor, ignorando con la
soberbia de aquel que se ve tan por encima del resto que ya ni siquiera ve el
resto. Esa quemazón que tanto conozco sube del estómago hasta el pecho. La odio
tanto. Doy la última calada intentando apagar el fuego en mis pulmones con
verde. Inútil. Un par de segundos después oigo la puerta del conductor abrirse.
Sabe que he tomado la decisión. Pisadas de traje hasta llegar a mi lado. Deja
caer su impoluta presencia sobre el coche. Dos cuervos aletean hasta sus
hombros, uno le trae un cigarrillo y el otro una cerilla que él enciende sin mas
necesidad sin más necesidad que el deseo de hacerlo. Apaga la cerilla y se la
entrega de nuevo al cuervo que se la trajo, el cual parte con ella en el pico
mientras esta se regenera de su uso. Siempre usa la misma según parece. Sus
excentricidades siempre me hicieron gracia. Expulsa el humo al mismo tiempo que
yo tiro mi colilla. Otro cuervo se acerca esta vez a donde mi colilla ha caído,
junto a un seto. La coge con el pico y tras dar un par de saltitos la deja caer
algo más alejada del seto. Cuando se dispone a marcharse él clava su mirada en
el ave. El cuervo se acerca de nuevo a la colilla y la cubre de arena con las
alas. Me dispongo a hacer un chiste sobre la concienciación forestal pero reírme
de él dada la causa me podía ser contraproducente al extremo. Me imagino que el
tema de tener que minimizar su influencia en el entorno teniendo el poder que
tiene, le debe de resultar… “molesto” y cuanto menos “delicado”, a la hora de
hacer risas. La última vez que rompió las reglas le salió más caro de lo que
jamás le hubiera cabido imaginar, aunque algo me dice que lo volvería a hacer
tan solo por revivir este momento. Se despereza relajadamente, disfrutándolo.
Deja el pitillo en los labios e introduce las manos en los bolsillos del
pantalón de su traje. Con un breve acomodamiento descarado el silbato cae al
suelo. Lo oigo caer pero no me doy prisa en recogerlo. Parece impacientarse
pues me lo acerca con la punta del pie unos milímetros. Suspiro y lo recojo
perezosamente. Lo sostengo entre los dedos curioso, está tallado en un áspero
hueso impolutamente blanco. La cadenilla es de unos diminutos huesecillos sin
tratar. Diría que son dedos de bebé.
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Hm. – se me escapa.
-
¿Digno de mí? – pregunta divertido.
-
Mmm… Sí. – respondo idem.
-
Satisfecho entonces. – sentencia desenfado.
Coloco el simplón instrumento entre mis labios. La observo
un último instante a ella, la ciudad, como el asesino que mira a los ojos
dejando el cañón descansar sobre la frente de su víctima, antes de apretar el
gatillo. Lentamente me lleno los pulmones al igual que mi acompañante se llena
de expectación. Cierro los ojos. “Good nite city”. Soplo con todas mis fuerzas.
Un aullido mudo comienza. Noto como algo más que el aire de mi pecho abandona
mi cuerpo por el silbato. Cuando ya he vaciado mi ser en el soplido, abro los
ojos tras vacilar un par de segundos. La vuelvo a observar. “Ya está muerta.”. Dejo
caer el silbato de mis labios y va a parar a mi mano izquierda. Él, con los
ojos cerrados, disfruta el momento, repitiéndose para sí la música que acaba de
escuchar. La reacción se hace de rogar unos segundos. Repentinamente, una
batería de aullidos rompe el silencio. Silencio de nuevo. “Good… nite...”. Poco
a poco el paisaje se puebla de oscuras siluetas. “…city”. Surcan los cielos y recorren
el terreno rumbo a la ciudad. Enormes, diminutos, grotescamente obsesos,
siniestramente desnutridos, alados, pertrechados de enormes filos oxidados, con
garras, con pezuñas. Una horrible variedad solo posible entre esas filas
marchaba rumbo al asfalto. Él sonríe viendo marchar a sus chicos, yo
simplemente contemplo la escena sin desagrado. En cierto modo me siento al fin
aliviado. De su chaqueta saca otro blunt ya encendido que entre la sorpresa y
la pasividad coloco entre mis labios. Ambos lumbre en boca y dedos cruzados
admirando.
-
Que completito… - observo.
-
Vaya, me alegro.
Sus palabras me producen un pequeño extrañamiento que ni me
molesto en manifestar.
-
Lo digo porque funciona como el cielo, cada uno lo ve
de una forma. – explica.
-
Entiendo… efecto opuesto al cielo ¿No?
-
Exacto.
Registro con la mirada. “…Hombre si van a por ti…pero no me
resultan desagradables…”
-
Pequeña prueba de por que estás donde estás. – incide.
Nuestra trivialidad frente a algo tan épico se ve
interrumpida por la llegada de un enorme corcel negro de ojos rojos brillantes.
Tiendo el silbato a su dueño para que pueda marchar a pasear entre la
destrucción. Él niega con la cabeza brevemente, lo coge de mi mano y me lo
cuelga del cuello. Dos familiares palmadas en la espalda. La inquietud llama a
mis puertas.
-
Solo eres mi camarada, no mi sucesor. – me tranquiliza.
Respiro aliviado.
-
Esto solo puedo hacerlo yo y venga ya, me encanta mi
trabajo.
Me arranca una risilla.
-
Hombre al fin sonríes. Es su fin del mundo, no el
nuestro. – expone.
-
Eso es verdad.
-
Caminaremos. – explica mientras le hace un gesto al
corcel para que se retire. – Vamos, sé que tú tampoco quieres perdértelo mi
monstruoso amigo.
-
Me gustaría poder verlo todo desde el principio. –
admito.
-
Y desde dentro ¿Cierto? Sin problema.
La sinfonía de lamentos, risas psicóticas, gruñidos y etc.
se detiene en seco al acabar sus palabras.
- Rabiaran hasta consumirse pero así será más interesante aún.
Cuando tu decidas reanudamos.
Paseamos sin prisa charlando mientras nuestras voces se
pierden carretera abajo.
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