domingo, 8 de julio de 2012

THE WASTE (El desgaste/La ida al otro mundo)


La idea es no ceder, y espero no ceder nunca, pero a veces el desgaste que produce la sociedad...
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Una vez la quise, pero hace ya tantos años que prácticamente no lo recuerdo. Era un crío estúpido, y ahora ya soy un adolescente estúpido. El manto de nubes es tan espeso que apenas pasa luz, se proyecta un negro claro, una luz oscuro. Mis ojos la recorren desde allí en el barranco. Entre los tímidos matojos de secano y la arena rojiza, saboreo el último cypher que me queda, sentado serenamente sobre el capó del Ford Mustang azabache que me trajo. El viento me abraza pero sin apretarme, mece cariñosamente. El obstaculizamiento de las nubes obliga al coche a abrir los ojos y escupir dos haces de luz amarilla. Llevo toda la noche pensándomelo. Ella está allí, ajena a mi existencia, ajena a todo cuanto se haya a su alrededor, ignorando con la soberbia de aquel que se ve tan por encima del resto que ya ni siquiera ve el resto. Esa quemazón que tanto conozco sube del estómago hasta el pecho. La odio tanto. Doy la última calada intentando apagar el fuego en mis pulmones con verde. Inútil. Un par de segundos después oigo la puerta del conductor abrirse. Sabe que he tomado la decisión. Pisadas de traje hasta llegar a mi lado. Deja caer su impoluta presencia sobre el coche. Dos cuervos aletean hasta sus hombros, uno le trae un cigarrillo y el otro una cerilla que él enciende sin mas necesidad sin más necesidad que el deseo de hacerlo. Apaga la cerilla y se la entrega de nuevo al cuervo que se la trajo, el cual parte con ella en el pico mientras esta se regenera de su uso. Siempre usa la misma según parece. Sus excentricidades siempre me hicieron gracia. Expulsa el humo al mismo tiempo que yo tiro mi colilla. Otro cuervo se acerca esta vez a donde mi colilla ha caído, junto a un seto. La coge con el pico y tras dar un par de saltitos la deja caer algo más alejada del seto. Cuando se dispone a marcharse él clava su mirada en el ave. El cuervo se acerca de nuevo a la colilla y la cubre de arena con las alas. Me dispongo a hacer un chiste sobre la concienciación forestal pero reírme de él dada la causa me podía ser contraproducente al extremo. Me imagino que el tema de tener que minimizar su influencia en el entorno teniendo el poder que tiene, le debe de resultar… “molesto” y cuanto menos “delicado”, a la hora de hacer risas. La última vez que rompió las reglas le salió más caro de lo que jamás le hubiera cabido imaginar, aunque algo me dice que lo volvería a hacer tan solo por revivir este momento. Se despereza relajadamente, disfrutándolo. Deja el pitillo en los labios e introduce las manos en los bolsillos del pantalón de su traje. Con un breve acomodamiento descarado el silbato cae al suelo. Lo oigo caer pero no me doy prisa en recogerlo. Parece impacientarse pues me lo acerca con la punta del pie unos milímetros. Suspiro y lo recojo perezosamente. Lo sostengo entre los dedos curioso, está tallado en un áspero hueso impolutamente blanco. La cadenilla es de unos diminutos huesecillos sin tratar. Diría que son dedos de bebé.

-          Hm. – se me escapa.
-          ¿Digno de mí? – pregunta divertido.
-          Mmm… Sí. – respondo idem.
-          Satisfecho entonces. – sentencia desenfado.

Coloco el simplón instrumento entre mis labios. La observo un último instante a ella, la ciudad, como el asesino que mira a los ojos dejando el cañón descansar sobre la frente de su víctima, antes de apretar el gatillo. Lentamente me lleno los pulmones al igual que mi acompañante se llena de expectación. Cierro los ojos. “Good nite city”. Soplo con todas mis fuerzas. Un aullido mudo comienza. Noto como algo más que el aire de mi pecho abandona mi cuerpo por el silbato. Cuando ya he vaciado mi ser en el soplido, abro los ojos tras vacilar un par de segundos. La vuelvo a observar. “Ya está muerta.”. Dejo caer el silbato de mis labios y va a parar a mi mano izquierda. Él, con los ojos cerrados, disfruta el momento, repitiéndose para sí la música que acaba de escuchar. La reacción se hace de rogar unos segundos. Repentinamente, una batería de aullidos rompe el silencio. Silencio de nuevo. “Good… nite...”. Poco a poco el paisaje se puebla de oscuras siluetas. “…city”. Surcan los cielos y recorren el terreno rumbo a la ciudad. Enormes, diminutos, grotescamente obsesos, siniestramente desnutridos, alados, pertrechados de enormes filos oxidados, con garras, con pezuñas. Una horrible variedad solo posible entre esas filas marchaba rumbo al asfalto. Él sonríe viendo marchar a sus chicos, yo simplemente contemplo la escena sin desagrado. En cierto modo me siento al fin aliviado. De su chaqueta saca otro blunt ya encendido que entre la sorpresa y la pasividad coloco entre mis labios. Ambos lumbre en boca y dedos cruzados admirando.

-          Que completito… - observo.
-          Vaya, me alegro.

Sus palabras me producen un pequeño extrañamiento que ni me molesto en manifestar.

-          Lo digo porque funciona como el cielo, cada uno lo ve de una forma. – explica.
-          Entiendo… efecto opuesto al cielo ¿No?
-          Exacto.

Registro con la mirada. “…Hombre si van a por ti…pero no me resultan desagradables…”

-          Pequeña prueba de por que estás donde estás. – incide.

Nuestra trivialidad frente a algo tan épico se ve interrumpida por la llegada de un enorme corcel negro de ojos rojos brillantes. Tiendo el silbato a su dueño para que pueda marchar a pasear entre la destrucción. Él niega con la cabeza brevemente, lo coge de mi mano y me lo cuelga del cuello. Dos familiares palmadas en la espalda. La inquietud llama a mis puertas.

-          Solo eres mi camarada, no mi sucesor. – me tranquiliza.

Respiro aliviado.

-          Esto solo puedo hacerlo yo y venga ya, me encanta mi trabajo.

Me arranca una risilla.

-          Hombre al fin sonríes. Es su fin del mundo, no el nuestro. – expone.
-          Eso es verdad.
-          Caminaremos. – explica mientras le hace un gesto al corcel para que se retire. – Vamos, sé que tú tampoco quieres perdértelo mi monstruoso amigo.
-          Me gustaría poder verlo todo desde el principio. – admito.
-          Y desde dentro ¿Cierto? Sin problema.

La sinfonía de lamentos, risas psicóticas, gruñidos y etc. se detiene en seco al acabar sus palabras.

- Rabiaran hasta consumirse pero así será más interesante aún. Cuando tu decidas reanudamos.

Paseamos sin prisa charlando mientras nuestras voces se pierden carretera abajo.
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