lunes, 28 de mayo de 2012

AND I THROW IT TO THE PILE... (Y la echo al montón...)

It's been so long. No sé a quien se lo digo... pero bueno... Tengo pensando sacar una serie de textos de índole introspectiva, ahí va the first one. Bon appetite.
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http://www.youtube.com/watch?v=8Aaqe78_NxY
     Grisáceo… Difuminado… Espeso… Sucio… Da vueltas… Igual que algunos domingos por la mañana tardo unos segundos en percatarme de que existo en el mundo de nuevo. La confusión deja en espera la rabia serena por despertarme de nuevo. Estoy tumbado boca arriba en algún tipo de… ni siquiera puedo pensar. Veo todo borroso y dando vueltas. Siento el peso de un colocón mal encajado. El mareo me hace mover la cabeza a los lados lentamente, las sombras danzan, me duelen los ojos, dejo mi mirada caer abatida a la derecha. Aguardo unos segundos entre parpadeos intensos. Finalmente consigo preguntarme que pasa. Unas polvorientas barras de acero se dejan entrever tras un resquebrajado hormigón en una columna gris. Todo el espacio en el que me encuentro sigue la misma temática. Alzo la cabeza sobre mi pecho para ver a lo largo. Es un sitio amplio. Hay varios huecos cuadrados en las paredes, pero ningún cristal que hable de ventanas. Dejo mi cabeza caer lentamente sobre el hormigón polvoriento. Siento en mi cuerpo y en mi cerebro el deterioro puro y duro. Cierro los ojos. Me tomo unos segundos para indagar el como y el porque de la situación. Intento rehacer mis pasos desde la noche anterior, o hasta al menos unos minutos antes… Error 404, página no encontrada. Solo recuerdo flashes de agonía vomitando en un baño de alguna parte. Respiro e intento recomponerme auqneu sea mínimamente. Me da igual el motivo de mi estancia allí, aunque estuviese vistiendo un traje de chaleco y corbata de aspecto realmente caro, era evidente que las cosas (las que quiera que fuesen) me habían ido mal, así que decido abandonar lo que parece ese edificio abandonado. Me incorporo lenta y azarosamente. Mi espalda grita. Debo haber estado allí durante bastante tiempo. Sufro un leve vahído. Me tomo unos segundos antes de tratar de ponerme en pie. Sé que no va a ser divertido. Me sustento sobre las rodillas y las manos, siento la debilidad en mis extremidades, pero tras un resoplido trato de ponerme en pie. Un nuevo desfallecimiento de mis sentidos trata de tirarme a plomo de vuelta al suelo, consigo tambalearme con la inercia hasta una columna donde dejar caer mi peso. Las piernas tardan un poco en responderme, cuando finalmente siento el riego sanguíneo volver, cargo el peso en ellas poco a poco. Empiezo a sentir náuseas, más intensas que las habituales, no se deben al problema de hígado. Deduzco que son las réplicas de ese poco que recuerdo. Me siento sin energías. Noto un frío abrasador por todo el cuerpo. Aparece el hormigueo que desde pequeño conozco tan bien y me apresuro a apoyarme en un rincón para no caer de nuevo. Mi estómago se vacía de la forma violenta que lo caracteriza. La bilis quema mi garganta y ocupa mi olfato por completo. Tomo unos segundos antes de intentar nada para estabilizarme. Escupo varias veces, veo que llevo un pañuelo morado decorativo en la solapa, lo cojo, me limpio la boca y la nariz, lo dejo en el charco. Una vez estoy seguro de que no queda nada más por expulsar, me pongo en marcha lentamente. Me llevo las manos al vientre. No mejora en nada mi estado físico, pero acostumbro a hacerlo desde que empecé a conocer mis inclemencias digestivas de pequeño, me hace sentir algo mejor. Me dirijo torpemente a la salida de aquel lugar, me encontraba en el piso más alto de aquel lúgubre monumento al olvido y aquel pedazo de hormigón me parecía más extenso de lo que ya de por sí era.
     No he recorrido ni la mitad de la estancia cuando siento el estómago hacer uno de esos perfectos nudos decoupeage* que solo él sabe hacer, me encojo y acabo apoyándome sobre una mano, clavando las rodillas en el suelo. Un sordo pitido se coordinada con un nublamiento de mi vista, esos achaques ya escapaban a los habituales. El pitido tarda poco tiempo en disiparse, pero la ceguera persiste. Vuelvo a erguirme cautelosamente, sin quitar los ojos del suelo para conservar el equilibrio. Mientras trato de recuperar la poca compostura que tenía, comienzo a oír unos susurros a mi alrededor… Unos susurros acercándose… acercándose muy rápido. Alzo la cabeza inquieto. Calma y silencio reinan ahora. Me reprocho la versemblanza con la que he percibido esa alucinación y trato de reanudar mi camino, pero en cuanto doy un paso vuelven los ecos, esta vez retumban con fuerza a mi espalda. Suenan como varias voces distorsionadas profiriendo alaridos, rezos, amenazas, súplicas… es la banda sonora del sótano del ser humano. Los susurros comienzan a envolverme acompañados de un aire frío y me alteran hasta el punto de requerir unos segundos de preparación antes de buscar respuestas tras de mí. Vacío los pulmones, siento los latidos de mi corazón en el pecho, vuelvo a ver de forma nítida, mis dolencias desaparecen disimuladamente, reúno todo el ridículo coraje cazafantasmas que puedo, respiro hondo y me vuelvo lanzando un puñetazo a ciegas, al aire. Y efectivamente. Lanzo un puñetazo al aire. Calma y silencio de nuevo. Siento un escalofrío por todo el cuerpo, mi imaginación no suele urdir ataques tan consistentes contra su anfitrión. Antes de que pueda comprender o buscar explicación a nada, algo puntea mi hombro un par de veces. Siento como mi cuerpo se congela y se incinera al mismo tiempo, un golpe de rigidez me clava como una estaca al suelo. Oscura y lúgubre, una pequeña chica de mi edad ataviada con un look emo-gótico se revela ante mí. Pelo largo negro extra-alisado que oculta parcialmente la sombra de ojos desparramada formando unas raíces oscuras en un rostro que parece reprime emociones. Camiseta de manga corta unida a unas mangas de guante por finas cadenas, falda oscura raída de estilo rococó sobre medias largas y unas grandes botas militares con punteras y suela de borde metálicos por el exterior imitando el diseño canvas de chuck taylor. Toda la indumentaria aderezada por una mixtura de jirones y desgastes la hacían digna de figurar como ilustración en cualquier diccionario. Me agarra por la muñeca antes de que pueda siquiera procesar su aparición y me lleva tras ella. Al ser del sexo opuesto y más baja que yo, trato de soltarme con un simple tirón, pero apenas consigo agitarla un poco. Forcejeo de forma sorprendentemente inútil mientras me arrastra con pasividad. Sopesada la absurda fuerza de mi captora, opto por agarrarme a la columna más cercana, pero ella sigue caminando indiferente a mis actos, o no le importa partirme en dos pedazos o sabe que me soltaré, así que sigue caminando inexorable hasta obligarme a soltar el hormigón. Como último recurso trato de usar la violencia. Ella se detiene automáticamente y agarra mi puño con precisión matemática. Exprime mi puño hasta hacerme clavar la rodilla. Se acerca a un palmo de mí y en sus ojos ahora apenados puedo leer un “no me hagas esto más difícil”. Tengo la sensación de estar tratando con alguien que me conoce de largo y que en realidad guarda cierta preocupación o interés por mí. Afloja el cepo que tiene por mano derecha al tiempo que suelta apaciblemente mi zurda. Echa a andar y yo la sigo sin perder el combo de miedo e intriga. Me lleva escaleras abajo. Por el camino nos cruzamos con algunos… desechos de ser humano que pasean sin rumbo, cabizbajos, llenos de polvo, apenas se molestan en tornar los ojos un poco para indagar que sucede a su alrededor a nuestro paso. Tienen aspecto enfermizo, su piel es de un color gris oscura, su ropa está desgastada como si la portasen con ellos cientos de años, y tienen por todo el cuerpo marcadas las venas de sus sitema sanguíneo en tonalidades de azul oscuro, morado y negro. Todos sostienen un farol con un candil dentro. Mi guía forzada me conduce hasta el primer piso del edificio. Cuanto más avanzamos más recuerdo. Allí hay decenas de estos espectros, mirando por las ventanas a la oscuridad, deambulando, no hablan entre ellos, tan solo susurran mientras parecen buscar algo en la negrura exterior. La autoproclamada edecán me indica que no me mueva del pie de la escalera, y se pierde entre los muertos en vida… Dejándome abandonado en mitad del congreso de muertos vivientes. No siento deseos de echar a correr, me empiezo a sentir… cómodo en aquel réquiem cadavérico de sombras, me resulta… hospitalario...  ((http://www.youtube.com/watch?v=TEfzzQ4DBEE&feature=player_embedded)))  Algo me hace sentir seguro de que no hay nada que me suponga una amenaza a evitar, tengo la sensación de ser alguien importante allí de hecho. Mientras ojeo a los vagantes que pasan a mis lados, veo como uno de los grises decide arrastrar los pies por la puerta que conduce fuera del edificio. No tengo explicación a ello, pero sé lo que va a ocurrir. Me desplazo unos metros para tener ángulo suficiente como para seguir a aquel tipo, y cuando lo consigo, veo su cuerpo tirado en el suelo en un charco de sangre negra a tres pasos de la puerta. Cinco chicos de 7-9 años rebuscan en sus bolsillos junto a tuberías, palos y objetos similares. En cuanto perciben que los estoy observando me devuelven la mirada fijamente, lentamente se apartan del cuerpo y recogen sus herramientas de nuevo, sin apartar sus brillantes ojos carmesí de mí. El que parece ser el líder emite un rugido tan grave que puedo sentir la vibración del sonido en los pies, esa voz procede del infierno. A su señal todos se lanzan en dirección a mí, pero chocan con algo invisible al tratar de cruzar el marco al interior. Furiosos aúllan mientras lanzan golpes a diestro y siniestro contra la barrera invisible que nos separa. Sé que aunque yo pueda ir fuera, ellos no pueden venir dentro. Me acerco con parsimonia a la puerta, cesan en su ataque chacal. El líder se adelanta a todos y se pega tanto como puede al muro imperceptible, Me encorvo y coloco mi cara de 4cm. de distancia de la suya, jadea como un animal enajenado y en sus ojos gritan el ansia y la rabia sin fin del homicida sin control. Vuelve a rugir lo más fuerte que puede y trata de alcanzarme desbocado esta vez con sus propias manos. A pesar de causarse a si mismo heridas por la brutalidad de sus embestidas, su insistencia no flaquea. Me resulta macabramente entretenido. Sin previo aviso aparece la belleza fantasmagórica de nuevo, parece enfadada conmigo, pero antes de nada se dirige directamente hacia los iracundos monstruitos. Atraviesa la barrera y se enfrenta a ellos sin vacilar. Los demonios retroceden entre alaridos al más puro estilo alimaña. Uno de ellos se lanza contra la chica que permanece de pie impasible. Cae fulminado al suelo sin que ella mueva un dedo. La manada se silencia y opta por retirarse lentamente hacia la oscuridad de la que salieron, el líder vacila unos segundos, me observa y gruñe como el lobo que graba en la mente una presa pérdida a por la que volverá tarde o temprano. La intocable vuelve dentro y me transmite su enfado con la mirada. Sé como comportarme. Bajo la cabeza en señal de disculpa al suelo y sin más dilación me conduce entre las almas perdidas hasta un ostentoso sillón de cuero junto a una chimenea de fuego azul y verde. Tomo asiento en mi trono junto a otros como yo. Visten ropas antiguas, al igual que parte de la población del lugar, ni me ven, ni me oyen, pero saben que estoy, estuve y estaré allí, lo que indica que son más antiguos allí que yo. Uno de los distinguidos caballeros me acerca una copa del aromático vino que allí se cría. Doy unas gracias que el no percibe, no obstante el devuelve una gentileza seguro de que yo he cumplido la caballerosidad. La panda lee apaciblemente, charla, o simplemente disfruta del círculo de sabiduría, caballerosidad, y saber hacer en el que se encuentran. Tras dar un leve sorbo al único vino que me resulta agradable, desvío la mirada por una de los pelados huecos destinados a ser ventanas. Se distinguen luces danzando en el espesor azabache del exterior. Se trata de la luz que desprenden ellas, las pequeñas hadas, o los ángeles cotidianos, como nosotros solíamos llamarlas. Eran las únicas capaces de entrar en el club de los olvidados, curar las patías de un residente, y sacarlo de allí con una cierta seguridad. La atracción principal del lúgubre resort, siempre nos había parecido fascinante como alguien tan cotidiano, como podía ser la vecina de abajo, la compañera de clase de tu amigo, o incluso esa chica simpática del chat, podía albergar algo tan grandioso, tan poderoso, algo que la hiciese tan incalculablemente valiosa. La luz era algo capaz de purificar el más abyecto de los horripilantes agujeros dentro del corazón de un hombre. La luz lo podía todo, podía llevar a alguien a través del planeta en su busca, podía convertir lo inconcebible en un perfectamente posible desafío a todo lo establecido. La luz lo era todo, y la única forma que teníamos de alcanzarla era pasar allí el tiempo, conviviendo con el sótano del ser humano cada día de nuestras vidas. Estuvimos dispuestos a hacerlo, y seguíamos dispuestos a continuar allí el tiempo necesario. Habían días que sólo queríamos correr fuera de la puerta, o pedirle un final rápido a la que me había conducido hasta allí, pero para eso estábamos allí juntos: para mantenernos con vida hasta que llegase nuestra luz. Mis pasionarios pensamientos se vieron interrumpidos una vez más por la servil de apariencia infausta. Esta vez me tendía un sobre lacrado. Y tal y como hacía cada vez que me entregaba una carta, se acercaba a mí y me rozaba su nariz, agarrando con tanta fuerza las solapas de la americana que le temblaban las manos y apretaba los dientes. Ella me deseaba desde hace tiempo. La veto de mis pensamientos y me centro en la carta. Inspecciono el sello de cera morada. Sé quien la manda antes de abrirla. Sé que hay escrito en el papel, también sé que está escrito de tinta morada, es el color que más le gusta para escribir. No puedo no abrirla a pesar de ello.
   Exasperante, ¿Cierto? Malvives esperando a esa chica que no conoces, y la única a la que atraes resulta que es la muerte... Desternillante. Bueno, me ciño al tema que nos concierne:
     ¿Qué haces? ¿Qué se supone que intentas mi leal? ¿De verdad crees que eres realmente capaz de hacer algo? Ni puedes ni podrás hacer nada, simplemente porque eres tú. Estás diseñado para vivir así, en un crisol de lágrimas, odio, miedo, desesperación… en fin que te voy a contar, ¿No? Es lo que tú eres, eres parte de nosotros, eres parte de la oscuridad, es inútil cuanto intentes huir de las sombras. Es tu naturaleza, chico. Cuanto más luches, más tardaras en ser tragado, sí, pero en cuanto la negrura te alcance, Y CRÉEME QUE TE ALCANZARÁ, te hundirás hasta el fondo… Sí… Tocarás con la frente el punto más hondo de la tragedia que vive en ti, y entonces la desgracia que vive en tu corazón estallará y te consumirá. Hasta el último palmo de tu ser será engullido. Te diría que te lo digo por tu bien, para que dejes la fútil lucha que llevas por bandera en la intimidad, pero en realidad creo que te lo digo porque… es divertido… O quizás si que te lo digo por tu bien. En realidad no lo sé ni yo. Curioso. Aunque realidad resulta algo obvio, tú no lo sabes, y yo soy parte de ti, o tú eres parte de mí. Llámalo y búscale el motivo que quieras, es absolutamente irrelevante puesto que, no recuerdas cuando nací, percibes y deduces como o por que nací, pero no tengo una fecha concreta, la cuestión es que da igual cuando empecé, porque nunca… JAMÁS… acabaré. ¿Y sabes cuál es la parte chistosa de todo esto? Que la única forma de ganarme es matándome, y mientras tú sigas vivo, yo seguiré vivo: la única solución es matarte. Oh, dios mío, suicidio, el remedio infalible, mi punto débil. Es la única forma de derrotarme… o quizás es justo lo contrario. Mi misión es matarte según parece, y la única forma que tienes de vencerme, es matándote. Atormentador, ¿no es cierto? La única forma de derrotarme es que tu pierdas, y la única forma de que tu venzas es mi victoria. Es ingeniosamente agónico. Conociéndonos de hace tanto tiempo, me aventuro a decir que sólo eres tan productivo y tan efectivamente ingenioso cuando se trata de sabotearte a ti mismo. Y eso nos lleva a lo primero que he mencionado: Autodestrucción, lo que mejor se te da y lo que menos se te conoce. Venga, reconócelo, en cierto modo tiene gracia ver las impresiones de la gente a enterarse de este tipo de cositas de ti. Es como el escandalizar de los hippies, pero en versión dismal. Esas caritas diciendo “Joder... ¿Qué le pasa a ese tio?”. Aunque por otra parte, también sabes que tiene su parte irritante. Ya lo creo que lo sabes. Todos se preguntan que te puede haber pasado para sentirte así ahora, pero ninguno piensa que quizás su propio comportamiento tenga el efecto de la sal sobre un corte fresco. Porque todos se dedican a decir que “No es justo S:”, que “la vida es una mierda :(”, que “No pueden más ;(“, pero ninguno de ellos me ha conocido aún; hay alguno que sí que ha asomado la cabeza a mi morada, pero ninguno ha hablado jamás conmigo. Huelga decir que ninguno ha pasado conmigo nunca tanto tiempo como tú, amigo mío. Acostumbrados a una vida fácil, tranquila, creen que una depresión es el espacio de tiempo entre una relación y otra, o sentir la presión del deber en la nuca mientras intentan seguir con su ridículo sucedáneo de vida basado en ir de fin de semana en fin de semana haciendo lo que les da la gana. Y entonces llega el punto deprimente, cuando escribes esas palabras y estás preparado para recibir embestidas de todas partes, resulta que todo el mundo llega con un “pos ya bes ;D”, dándote a entender que piensan que están en el mismo bando que tú, y por lo tanto, que esas palabras de coraje intelectual no van dirigidos a ellos. Irritantemente demoledor. De algún sitio entonces viene esa otra parte de ti, que no sé que coño hace ni que coño busca conseguir, que te dice “Tranquilo, asimila esa tristeza y déjala ir, escúchame, ten fe en la gente, puede que la mayoría sea justo lo que parece, pero eh, mira, algunos levantan la cabeza, sé que parece que son más de lo mismo tratando de jugar a ser diferentes, pero quizás sí que lo son, sé que has sufrido por mi culpa, pero he de pedirte que te expongas y te arriesgues una vez más, recuerda la filosofía, sentir es la clave de la vida. Sé fuerte y vuelve a la cancha.”. Y no sé por que, quizás no seas tan listo como pienso, pero la escuchas y sigues sus instrucciones. Obviamente… bueno, quizás te resulte insultante que me parezca obvio… pero a mi me lo parece, así que: Obviamente te llevas el revés que has ido buscando, y así una y otra y otra y otra vez… ¡Y voila! Una vez más despiertas aquí, en tu segunda casa, en mi dulce morada. Así que vuelvo al motivo de todo esto: Deja ya de esperar a alguien que nunca va a llegar, esa gente esta esperando a su luz, a que llegue su dulce luciérnaga, a que entre aquí, le pase el brazo sobre el cuello, y les saque de aquí. Bueno, que te voy a contar, te conoces esto igual de bien que yo. Pero parece que no quieres aceptar que tú no tienes un ángel por ahí fuera compadre. A ti no te puede sacar de aquí ninguna de esas destelleante, y no te esperes que ninguna de mis clientes te saque de aquí, porque aquí negativo más negativo no da positivo, ya lo sabes. Tendría que aparecer alguien como tú, una… mestiza… mitad abismo, mitad cielo… y sabemos que eso no va a ocurrir jamás. En un mundo en el que todos esos clones tratan de ser diferentes y especiales, TÚ, has acabado por ser el único en tu especie. También resulta irónico eso ¿eh?, tienes lo que todos buscan pero sabes que nadie busca lo que tú tienes en realidad. Como ya te he dicho, querido, me encanta tenerte por aquí, tu sola presencia me divierte para una buena temporadita, me das fuerzas para seguir existiendo. Y es que como ya te he dicho, MIENTAS TÚ VIVAS, YO VIVIRÉ CONTIGO.
Atentamente, TÚ.
     Siento como toda la tinta ha entrado ya por mis muñecas y se ha instalado en mi corazón. La descarga me deja para el arrastre, la muerte me observa hecha un ovillo en un sofá tras el sillón de uno de los gentiles. Pone su vinilo favorito en el gramófono que tiene al lado sin levantarse. Noto la expectación en sus ojos y el ansia en la forma de morderse el labio inferior. Está deseando que le pida un baile. Niego con la cabeza serenamente. Desesperanzada primero, furiosa después, se levanta de un salto del sofá, con un chasqueo hace aparecer en una nube de humo negro su reluciente guadaña, la cual apoya en el hombro mientras se marcha por la puerta a hacer lo que mejor saber hacer un día más. Suspiro, vuelvo a meter la carta en el sobre y la echo al montón. Me sé la canción del tocadiscos nota per nota.

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